01 abril 2010

Nuestro sistema de precios está enfermo (Octubre 2007)



Carta del lector - Diario Los Andes (no publicado) Octubre de 2007.
Nuestro sistema de precios está enfermo, no sólo de inflación

En economía, como en otros ámbitos de la vida, cuando algo funciona bien, pocos se percatan de su existencia, hasta que comienza a fallar por algún motivo. Hoy todos hablamos de la inflación y de los trastornos que genera en el funcionamiento de la economía. Sin embargo, la inflación, que es la pérdida sistemática del valor de la moneda, es sólo una manifestación de las patologías que sufre el sistema de precios de la economía argentina. Claramente, nuestro actual sistema de precios adolece de graves infecciones, y las consecuencias son perceptibles hoy mismo, y lo serán más aún en el futuro cercano, si no se atacan las causas.

Propongo a los lectores que pensemos en las siguientes preguntas: ¿qué relación tienen entre sí la escasez de combustibles, los cortes de energía eléctrica, la restricción en el consumo de gas natural, de azúcar, de leche y otros productos lácteos? ¿Cómo se relaciona todo lo dicho con la restricción en la exportación de carne, la escasez de algunos cortes en el mercado interno? ¿Por qué algunos productos, como los aceites vegetales, han aumentado un 300% desde 2002 y otros como los combustibles, sólo han aumentado un porcentaje mucho menor? ¿Por qué sufrimos increíbles subas en el precio de algunas frutas y verduras frente a la parálisis de los salarios? ¿Qué impacto tienen estas circunstancias sobre el ahorro, la inversión, y el crecimiento sostenido? Todos estos hechos pueden tener diversas explicaciones desde el punto de vista económico. Sin embargo, quisiera proponer a los lectores evaluar la situación desde el punto de vista del sistema de precios de la economía. Para aproximarnos a la idea de lo que es el sistema de precios, diríamos que es aquello que permite que diariamente, millones de personas puedan intercambiar bienes y servicios de común acuerdo, para beneficio de todos. Es algo que opera tan bien que pocas veces nos percatamos de ello. De esta forma, se establece un orden que determina qué producir, cómo producirlo y para quién producirlo, sin necesidad que haya un único agente que monitoree y determine todas las variables a la vez (una suerte de semi-dios que digite una matriz con millones de elementos).

No obstante, este orden casi natural, a veces, adolece de algunas fallas, que pueden surgir naturalmente o provocadas por algún agente, por ejemplo, el gobierno. No podemos negar la existencia de “fallas en el mercado”, como es el caso de los monopolios, los oligopolios, las externalidades (contaminación ambiental, auditiva, etc.), o los bienes públicos que, en suma, requieren de una intervención sana para sostener el equilibrio. Pero hay fallas que son artificialmente provocadas, y cuyo principal causante es el Estado. El gobierno, argumentando razones de equidad o conveniencia pública, interviene en el proceso de qué, cómo y para quién producir. Ejemplo de ello es el congelamiento de tarifas de servicios públicos; la aplicación de subsidios a la producción de algunos bienes; la aplicación de tarifas a la importación; la retención a las exportaciones; la fijación de precios con cadenas de grandes supermercados; la práctica de “obligar” a las empresas a producir o suministrar determinados bienes y servicios, etc. Hasta aquí, sólo hemos mencionado la forma en que el Estado interviene en el sistema de precios, pero para comprender qué impactos produce en la economía, es necesario comprender el papel que desempeña el sistema de precios.

Milton y Rose Friedman, en su libro “Libertad de Elegir”, caracterizan con precisión las funciones del sistema de precios. Dichos autores describen tres roles básicos: primero, transmite información; segundo, proporciona incentivos para producir, y producir eficientemente; y por último, determina quién se llevará lo producido, o sea, la distribución de la renta. Veamos brevemente cada uno de ellos.

La transmisión de la información: en una economía, los precios, y sobretodo los precios relativos (es decir, el valor de un bien expresado en términos de otro) informan a los agentes económicos (tomadores de decisión) sobre la escasez relativa de los bienes. Si por alguna razón, el Estado interviniera impidiendo que los precios de algunos bienes y servicios cambiasen, se rompe la dinámica de la información, y por lo tanto los agentes económicos siguen tomando sus decisiones sin considerar que pueda existir escasez de algún bien o servicio. Por alguna razón, por mucho tiempo los dueños de autos equiparon a sus vehículos con GNC y de pronto se sorprendieron con restricciones en el consumo de dicho combustible, o se tuvieron que acostumbrar a las largas colas en las estaciones cada vez que requirieran su consumo. Al impedir al sistema de precios que “transmita información”, los agentes económicos siguen tomando decisiones que redundarán en problemas de eficiencia en la producción y consumo. El congelamiento en la tarifa de los servicios públicos, como la energía eléctrica, provocó que los consumidores equiparan sus casas con electrodomésticos, descontando que su uso iba a estar garantizado. Pero, aún queda ver si en el próximo verano podremos hacer uso de los ventiladores y aire acondicionados instalados en los hogares y edificios, sin que la industria tenga problemas en el suministro eléctrico…

El sistema de precios como generador de estímulos o incentivos: en condiciones normales, bajo un funcionamiento adecuado del sistema de precios, el aumento del precio relativo de algún bien incentivará a los productores a aumentar su producción, haciendo mayor uso de sus capacidades productivas. Llegados al punto pleno de su capacidad, si el precio continúa subiendo, informará a los productores sobre la necesidad de “invertir” y ampliar así su capacidad de producción. En esa condición, con un aumento por parte de la demanda de dicho bien, los productores podrán dar respuesta proveyendo las cantidades óptimas. Ahora bien, si por algún motivo el sistema de precios se rompe o entorpece, los incentivos no serán transmitidos adecuadamente, y por lo tanto, los productores no tendrán estímulos para producir más o de invertir para hacer frente a una mayor demanda. De nuevo, el caso de la crisis energética es un ejemplo de lo que puede suceder cuando no hay incentivos a invertir o aumentar la capacidad productiva. Mayores demandas redundarán en aumentos en la producción, hasta llegar al punto de la saturación de la capacidad productiva, y ante la falta de incentivos adecuados, la inversión brillará por su ausencia, permitiendo que la escasez y restricción al consumo dominen la escena.

El sistema de precios como distribuidor de renta: este rol permite que la renta fluya a los agentes económicos, pagando a cada uno de acuerdo a la valoración que se le dé a los bienes y servicios que proporcione. Este es uno de los aspectos que mayor discusión puede generar, y quizás el aspecto en el que el Estado más necesite intervenir a fin de asegurar la igualdad de oportunidades y la satisfacción de necesidades básicas. Pero de nuevo, no podemos negar que una inadecuada intervención puede entorpecer el equilibrio y terminar provocando la falta de inversión, falta de eficiencia en la producción y/o consumo de algunos bienes y servicios.

Todos estamos de acuerdo con que el próximo gobierno a ser elegido en Octubre, tendrá que solucionar el problema de la inflación. Pero es necesario que también evalúe las políticas intervencionistas vigentes en la actualidad y se decida a desmantelar la maraña de interferencias que sólo entorpecen la adecuada transmisión de información, los incentivos necesarios y la justa distribución de riqueza, a fin de asegurar el crecimiento sostenido y la provisión equilibrada de bienes y servicios. Como vemos, la inflación es sólo un signo visible de la patología. El tratamiento para mejorar será complejo, pero no puede dilatarse más.


José Daniel Atencio
DNI 28.684.734
Licenciado en Economía
josedatencio@yahoo.com.ar

3 comentarios:

  1. Este artículo lo escribí en 2007. Lamentablemente poco hemos avanzado en resolver este problema, al contrario. Cada vez se complica aún más y es de esperar que la solución tenga que ser adoptada en condiciones muy caóticas y con medidas que dolerán a muchos... ¿Aprenderemos que el Populismo no es el mejor camino???

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  2. plenamente de acuerdo contigo, a muchos que pensamos asi se nos tilda de gorilas.... es lamentable, el populismo con sus "regalos" distorsiona el raciocinio de la poblacion

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  3. El Dr. Domingo Cavallo me manifestó su conformidad con el contenido de este artículo. En el siguiente link puede leerse su percepción respecto del problema monetario actual y su respuesta a mi blog. Atte. Jose.
    http://www.cavallo.com.ar/?p=705

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