02 abril 2010

Encuesta sobre información económica

Resultados de encuesta sobre temas económicos.

Recientemente consulté a unas cien (100) personas (amigos y conocidos) a través de un pequeño cuestionario a modo de encuesta. La idea era tener una idea de cuál es el interés en temas económicos y qué importancia se le otorga hoy por hoy a diferentes cuestiones de la realidad económica. Este grupo de personas se encuentra mayormente en la franja etaria de 20 a 40 años, casi todos son económicamente activos y la gran mayoría tiene un título universitario. Vale aclarar que la mayoría no tiene formación en ciencias económicas. En resumen: jóvenes profesionales de diversas áreas que ya están trabajando.

Algunas de las preguntas y sus resultados:

Pregunta 1: ¿Con qué frecuencia se informa sobre cuestiones económicas?

El 46% respondió que diariamente, el 42% sólo una vez por semana, el 8% al menos una vez al mes, y el resto casi nunca...



Pregunta 2: Temas económicos que reclaman mayor atención en los encuestados, en orden de prioridad:

1 Tasa de inflación
2 Tipo de cambio
3 Tasas de interés
4 Tasa de desempleo
5 Comercio Exterior
6 Crecimiento del P.B.I.
7 Otros


Pregunta 3: ¿Utiliza la información macroeconómica para tomar decisiones?

71% A VECES
21% NUNCA
8% SIEMPRE

Pregunta 4: ¿Qué medios utiliza para informarse sobre temas económicos?

83% Diarios
79% Internet
67% Televisión
33% Radio
25% Revistas
8% Otros (informes especializados)

Pregunta 5: Revistas ordenadas en función de la prioriodad o importancia que se le presta:

1 Mercado
2 Noticias
3 The Economist
4 Newsweek
5 Le Mondé Diplomatique

Pregunta 6: Diarios ordenados en función de la prioriodad o importancia que se le presta:

1 Los Andes
2 La Nación
3 Clarín
4 Ámbito Financiero
5 Uno
6 Página 12
7 El Sol
8 Crítica
9 Otros

Bicentenario y Pacto Social (escrito en Mayo de 2008).


En poco menos de dos años los argentinos celebraremos el bicentenario como Nación con gobierno propio. La Presidente de la Nación se ha pronunciado a favor de la firma de un Pacto Social consensuado por todos y que incluya líneas de acción sobre cuestiones fundamentales y estratégicas.

Muchas grandes naciones han visto en su historia cambios radicales a partir de la consecución y puesta en marcha de un plan estratégico e integral. Argentina puede aprovechar en estas horas presentes todas las oportunidades que se asoman en el futuro próximo, pero si no se dan ciertas condiciones, el ansiado pacto social no será más que una vaga enumeración de deseos y de aspiraciones sin fuerza, destinado a quedar en el olvido como un hecho intrascendente. El éxito de un posible Pacto Social radica en el contenido y en la forma en que se suscriba.

Sobre el posible contenido

A continuación, me permito hacer mención de algunas cuestiones básicas que, desde mi humilde posición de ciudadano común, deberían tenerse en cuenta. De ninguna manera pretendo establecer una lista exhaustiva de las cuestiones a considerar; antes bien, sólo intento mencionar algunos puntos a título enunciativo.

En primer lugar, es imprescindible comprometerse a respetar lo que establece la Constitución Nacional, tanto la letra como el espíritu de sus artículos. Parece mentira que tengamos que hacer referencia a cuestiones básicas de nuestra organización como nación, pero será necesario revisar aspectos de nuestro actual federalismo y de la división real de poderes. Podemos citar ejemplos de las actuales distorsiones existentes, que en caso de perpetuarse en el tiempo, significarán un verdadero ultraje a los principios constitucionales. La existencia de una Ley de Emergencia económica que faculta al Poder Ejecutivo a decretar leyes impositivas significa un avance del Ejecutivo sobre el Congreso, con el agravante de que el Jefe de Gabinete dispone de una gran discrecionalidad para el manejo de extensas sumas de dinero: partidas que pueden manipularse arbitrariamente para la compra de voluntades en gobernadores y corporaciones de diversa índole. Aún está pendiente el dictado de una nueva Ley de Coparticipación Federal de Impuestos que garantice reglas claras en la distribución nacional de la recaudación entre las provincias. Sin esta ley, el federalismo adolece de una grave patología.

En relación a lo comentado en el párrafo anterior, quisiera manifestar mi impresión acerca de las posibles causas. Desde mi punto de vista, estas cuestiones responden a un esquema de poder ideado y puesto en marcha por nuestra dirigencia. La concentración de grandes recursos fiscales, la discrecionalidad en su aplicación y la informalidad con la que se obtienen dichos recursos responden a la actual ecuación de poder. Tengo la sensación de que muchos dirigentes temen un posible colapso institucional sin la existencia de un gran poder del gobierno central. Por ello asienten complacientes el actual estado de cosas. Creo que en el fondo, no es el estilo kirchnerista el culpable de esta situación, sino la forma en que los argentinos hemos permitido que se ejerza el poder. ¡Si tan sólo confiáramos en las instituciones establecidas por la Constitución, sus atribuciones y sus límites! ¡Si tan sólo cumpliéramos en sus prescripciones, no sería necesario el apuntalamiento del poder con herramientas artificiales! Pero al parecer, el poder sólo puede ejercerse comprando la voluntad de algunos gobiernos provinciales, de algunos aparatos políticos, de algunas corporaciones claves que le “regalen” al gobierno de turno la tranquilidad de permanecer estable…

El ansiado pacto social debería establecer un consenso por parte de todas las fuerzas políticas sobre el crecimiento y desarrollo económico del país. Si tan sólo se firma un acuerdo de congelamiento de precios y compromisos insostenibles en el tiempo se conducirá indefectiblemente al fracaso. De una vez por todas, deben despejarse los añejos dilemas que no contribuyen en absoluto a la construcción de un país en serio. Hay quienes todavía se esfuerzan en recordar el dilema del “campo versus la industria”, de la “patria productiva versus la patria financiera”, de “la economía dirigida versus el libre mercado”, etc. Es preciso abandonar las perspectivas obsoletas y darle una mirada real a la economía, perderle el miedo a la innovación y a la integración al mundo. Es indispensable que se reconozca la importancia de la actividad agropecuaria pero sin descuidar la industria; es indispensable que se reconozca la mutua dependencia del sistema productivo y del sistema financiero: uno no puede vivir sin el otro, tal como el sistema muscular depende del sistema sanguíneo en el cuerpo de una persona. Es necesario comprender que una economía totalmente dirigida no hace más que establecer reglas de juego distorsivas que pueden conducir a diferentes desequilibrios, pero sin ir al otro extremo de ausencia total de regulaciones prudentes que pongan límites a las fallas del mercado (monopolios, externalidades como la contaminación ambiental y la provisión de bienes públicos). Hoy por hoy, nuestra economía carece de un sistema de precios que asigne eficientemente los bienes y servicios. Un correcto sistema de precios es la virtud más preciada de una economía de mercado, ya que permite transmitir información importantísima acerca de qué producir y cómo hacerlo. Cuando este mecanismo se corrompe (ante la existencia de monopolios, de congelamiento de tarifas, de precios máximos, cuotas de producción, etc.) se producen inevitables desequilibrios. El congelamiento de precios o su excesiva regulación distorsiona la asignación eficiente de recursos, ignorando la escasez relativa de recursos. De esta forma se crea un mundo virtual en el que pareciera que hay ilimitada abundancia de recursos. La escasez se oculta hasta que estalla repentinamente cual volcán entrando en erupción. Por supuesto, las consecuencias son nefastas y todos quieren buscar responsables…

Es preciso establecer políticas macroeconómicas que sean sustentables en el largo plazo. Es inútil pretender que la economía crezca a tasas astronómicas si al mismo tiempo se generan condiciones de inestabilidad que conducen a caídas abruptas. Es preferible crecer a tasas más modestas pero sustentables en el tiempo. Los efectos a largo plazo son más contundentes y sólidos. Resulta indispensable revisar integralmente el actual sistema impositivo, ya que genera distorsiones e incentivos perversos, desalentando la actividad económica. Podemos nombrar al elevadísimo IVA que grava a bienes de consumo masivo, siendo totalmente regresivo; la tasa de impuesto a las ganancias aplicada sobre bases que no se han actualizado a pesar de la inflación; el llamado impuesto al cheque; las retenciones con alícuotas casi confiscatorias; entre otros.

El crecimiento y desarrollo económico requieren indispensablemente de un sistema financiero desarrollado. Esto es, un sistema bancario y un mercado de capitales eficiente y moderno, que pueda intermediar entre ahorristas y demandantes de crédito y que facilite el financiamiento de actividades de producción e inversión. El aumento del ahorro formal de la economía precisa de condiciones de estabilidad política y económica, como así también el respeto por la propiedad y las reglas de juego.

Por su lado, la atención al medio ambiente deber acentuarse cada vez más. El desarrollo económico no podrá venir sin la debida sustentabilidad ambiental y ecológica.

La agenda del pacto social no podrá obviar aspectos relacionados a la lucha contra la pobreza y el logro de igualdad de oportunidades para todos, con lo cual cuestiones sobre salud y educación han de ocupar un espacio privilegiado. Reivindicar el verdadero federalismo significará saldar deudas históricas con las provincias más discriminadas de nuestra historia: las provincias del noreste argentino, olvidadas y descuidadas por razones geopolíticas absurdas y las patagónicas, alejadas por la distancia y la falta de un sistema de transporte eficiente y conecte a nuestro extensísimo territorio. El desarrollo de las economías regionales y la integración de todas como un todo más armónico puede atenuar el grave macrocefalismo del que hemos padecido desde siempre. No podemos olvidar la deuda histórica con nuestros pueblos originarios, siempre marginados de todo proyecto como país…

Sobre las condiciones que sustenten el acuerdo

Si de verdad se aspira a un Pacto Social sólido y sustentable, se requiere la total adhesión de todas las fuerzas políticas. Necesitamos instalar el debate en un ambiento regido por el diálogo socrático, buscador de la verdad y no de los dueños de la verdad. Se necesita actores políticos y sociales con altura, que estén aptos para practicar el “politic compromise”, es decir, la habilidad de llegar a un consenso desde la pluralidad haciendo un renunciamiento al egoísmo y la intransigencia. Esto no debe entenderse como una traición a los principios de cada movimiento, sino más bien, la construcción de líneas de acción y un camino compartido por todos. Finalmente, me permito hacer una advertencia. Si la Presidente insiste en firmar un pacto improvisado que esté vacío de contenidos, que sólo sea suscripto por algunos sectores afines y consecuentes al gobierno (vía prevendas y privilegios particulares), estaremos frente a una empresa efímera que naufragará en el olvido y la insignificancia. En cambio, si se logra construir un consenso sólido y plural, integrador de todas las fuerzas políticas del país, y con un verdadero contenido estratégico, cual “Pacto de la Moncloa” de España, estaremos frente a una excelente oportunidad de comenzar una nueva era. Y podremos decir que la Presidente es una verdadera estadista. Aún estamos a tiempo de hacer las cosas bien… ¿O no?

01 abril 2010

Nuestro sistema de precios está enfermo (Octubre 2007)



Carta del lector - Diario Los Andes (no publicado) Octubre de 2007.
Nuestro sistema de precios está enfermo, no sólo de inflación

En economía, como en otros ámbitos de la vida, cuando algo funciona bien, pocos se percatan de su existencia, hasta que comienza a fallar por algún motivo. Hoy todos hablamos de la inflación y de los trastornos que genera en el funcionamiento de la economía. Sin embargo, la inflación, que es la pérdida sistemática del valor de la moneda, es sólo una manifestación de las patologías que sufre el sistema de precios de la economía argentina. Claramente, nuestro actual sistema de precios adolece de graves infecciones, y las consecuencias son perceptibles hoy mismo, y lo serán más aún en el futuro cercano, si no se atacan las causas.

Propongo a los lectores que pensemos en las siguientes preguntas: ¿qué relación tienen entre sí la escasez de combustibles, los cortes de energía eléctrica, la restricción en el consumo de gas natural, de azúcar, de leche y otros productos lácteos? ¿Cómo se relaciona todo lo dicho con la restricción en la exportación de carne, la escasez de algunos cortes en el mercado interno? ¿Por qué algunos productos, como los aceites vegetales, han aumentado un 300% desde 2002 y otros como los combustibles, sólo han aumentado un porcentaje mucho menor? ¿Por qué sufrimos increíbles subas en el precio de algunas frutas y verduras frente a la parálisis de los salarios? ¿Qué impacto tienen estas circunstancias sobre el ahorro, la inversión, y el crecimiento sostenido? Todos estos hechos pueden tener diversas explicaciones desde el punto de vista económico. Sin embargo, quisiera proponer a los lectores evaluar la situación desde el punto de vista del sistema de precios de la economía. Para aproximarnos a la idea de lo que es el sistema de precios, diríamos que es aquello que permite que diariamente, millones de personas puedan intercambiar bienes y servicios de común acuerdo, para beneficio de todos. Es algo que opera tan bien que pocas veces nos percatamos de ello. De esta forma, se establece un orden que determina qué producir, cómo producirlo y para quién producirlo, sin necesidad que haya un único agente que monitoree y determine todas las variables a la vez (una suerte de semi-dios que digite una matriz con millones de elementos).

No obstante, este orden casi natural, a veces, adolece de algunas fallas, que pueden surgir naturalmente o provocadas por algún agente, por ejemplo, el gobierno. No podemos negar la existencia de “fallas en el mercado”, como es el caso de los monopolios, los oligopolios, las externalidades (contaminación ambiental, auditiva, etc.), o los bienes públicos que, en suma, requieren de una intervención sana para sostener el equilibrio. Pero hay fallas que son artificialmente provocadas, y cuyo principal causante es el Estado. El gobierno, argumentando razones de equidad o conveniencia pública, interviene en el proceso de qué, cómo y para quién producir. Ejemplo de ello es el congelamiento de tarifas de servicios públicos; la aplicación de subsidios a la producción de algunos bienes; la aplicación de tarifas a la importación; la retención a las exportaciones; la fijación de precios con cadenas de grandes supermercados; la práctica de “obligar” a las empresas a producir o suministrar determinados bienes y servicios, etc. Hasta aquí, sólo hemos mencionado la forma en que el Estado interviene en el sistema de precios, pero para comprender qué impactos produce en la economía, es necesario comprender el papel que desempeña el sistema de precios.

Milton y Rose Friedman, en su libro “Libertad de Elegir”, caracterizan con precisión las funciones del sistema de precios. Dichos autores describen tres roles básicos: primero, transmite información; segundo, proporciona incentivos para producir, y producir eficientemente; y por último, determina quién se llevará lo producido, o sea, la distribución de la renta. Veamos brevemente cada uno de ellos.

La transmisión de la información: en una economía, los precios, y sobretodo los precios relativos (es decir, el valor de un bien expresado en términos de otro) informan a los agentes económicos (tomadores de decisión) sobre la escasez relativa de los bienes. Si por alguna razón, el Estado interviniera impidiendo que los precios de algunos bienes y servicios cambiasen, se rompe la dinámica de la información, y por lo tanto los agentes económicos siguen tomando sus decisiones sin considerar que pueda existir escasez de algún bien o servicio. Por alguna razón, por mucho tiempo los dueños de autos equiparon a sus vehículos con GNC y de pronto se sorprendieron con restricciones en el consumo de dicho combustible, o se tuvieron que acostumbrar a las largas colas en las estaciones cada vez que requirieran su consumo. Al impedir al sistema de precios que “transmita información”, los agentes económicos siguen tomando decisiones que redundarán en problemas de eficiencia en la producción y consumo. El congelamiento en la tarifa de los servicios públicos, como la energía eléctrica, provocó que los consumidores equiparan sus casas con electrodomésticos, descontando que su uso iba a estar garantizado. Pero, aún queda ver si en el próximo verano podremos hacer uso de los ventiladores y aire acondicionados instalados en los hogares y edificios, sin que la industria tenga problemas en el suministro eléctrico…

El sistema de precios como generador de estímulos o incentivos: en condiciones normales, bajo un funcionamiento adecuado del sistema de precios, el aumento del precio relativo de algún bien incentivará a los productores a aumentar su producción, haciendo mayor uso de sus capacidades productivas. Llegados al punto pleno de su capacidad, si el precio continúa subiendo, informará a los productores sobre la necesidad de “invertir” y ampliar así su capacidad de producción. En esa condición, con un aumento por parte de la demanda de dicho bien, los productores podrán dar respuesta proveyendo las cantidades óptimas. Ahora bien, si por algún motivo el sistema de precios se rompe o entorpece, los incentivos no serán transmitidos adecuadamente, y por lo tanto, los productores no tendrán estímulos para producir más o de invertir para hacer frente a una mayor demanda. De nuevo, el caso de la crisis energética es un ejemplo de lo que puede suceder cuando no hay incentivos a invertir o aumentar la capacidad productiva. Mayores demandas redundarán en aumentos en la producción, hasta llegar al punto de la saturación de la capacidad productiva, y ante la falta de incentivos adecuados, la inversión brillará por su ausencia, permitiendo que la escasez y restricción al consumo dominen la escena.

El sistema de precios como distribuidor de renta: este rol permite que la renta fluya a los agentes económicos, pagando a cada uno de acuerdo a la valoración que se le dé a los bienes y servicios que proporcione. Este es uno de los aspectos que mayor discusión puede generar, y quizás el aspecto en el que el Estado más necesite intervenir a fin de asegurar la igualdad de oportunidades y la satisfacción de necesidades básicas. Pero de nuevo, no podemos negar que una inadecuada intervención puede entorpecer el equilibrio y terminar provocando la falta de inversión, falta de eficiencia en la producción y/o consumo de algunos bienes y servicios.

Todos estamos de acuerdo con que el próximo gobierno a ser elegido en Octubre, tendrá que solucionar el problema de la inflación. Pero es necesario que también evalúe las políticas intervencionistas vigentes en la actualidad y se decida a desmantelar la maraña de interferencias que sólo entorpecen la adecuada transmisión de información, los incentivos necesarios y la justa distribución de riqueza, a fin de asegurar el crecimiento sostenido y la provisión equilibrada de bienes y servicios. Como vemos, la inflación es sólo un signo visible de la patología. El tratamiento para mejorar será complejo, pero no puede dilatarse más.


José Daniel Atencio
DNI 28.684.734
Licenciado en Economía
josedatencio@yahoo.com.ar
Carta publicada en Los Andes, el 24 de setiembre de 2007, antes de las elecciones Presidenciales . http://www.losandes.com.ar/notas/2007/9/24/escribeellector-242866.asp


¡Destruyamos nuestra República! Seguramente ningún argentino adheriría a esto. Pero estaremos cerca de hacerlo si dejamos pasar -por negligencia o desidia- esta nueva oportunidad de votar conscientemente. ¿Cómo nos juzgarán las futuras generaciones? Es hora de pensar en el largo plazo; para ello es imprescindible fortalecer las instituciones. Deberíamos avanzar en varias cuestiones. Me permito mencionar algunos ejemplos:Independencia del BCRA: el manoseo de la moneda y su pérdida de valor (inflación) debilita una de las bases de la economía. La inflación es un impuesto encubierto que permite al fisco meter su mano en el bolsillo de los asalariados y más humildes.Ley de Coparticipación Federal: nuestra dirigencia ha mirado para otro lado durante años, ha preferido mantener el statu quo y garantizar el uso discrecional de fondos públicos. El federalismo está atado con piolas. La falta de consenso, “el dejar todo así” domina el estilo de hacer política.El Congreso sigue dotando al Ejecutivo de superpoderes. La reglamentación de los decretos de necesidad y urgencia blanqueó la situación, pero su abuso es antirrepublicano. El Congreso debe ejercer plenamente las funciones que otorga la Constitución, por ejemplo, la política tributaria.Indec: ejemplo de cómo destruir instituciones. Las estadísticas oficiales deben ser un reporte a la ciudadanía. Si se manosean se nos miente descaradamente.Los candidatos nos cansarán con propagandas. No tienen que decirnos lo que queremos: salud, educación, seguridad, empleo... Eso lo sabemos y no está en discusión. Lo que queremos saber es cómo piensan lograrlo. José Daniel AtencioDNI 28.684.734